lunes, 20 de enero de 2014

Promesa.

Todos hemos perdido algo, broder, me dijo Camilo.

Levantó la botella y la apoyó sobre su frente
al menos está fría, escuché que decía.

Por ejemplo, ya nadie se asusta de la muerte,
las cosas solo suceden, sin más. Vaciló.

Sostenía un filtro de cartón con los labios
mientras armaba su porro

y con lo que quedaba libre de su boca
murmuraba frases desde ese rincón.

Ví que sacaba una fotografía de su billetera
y me la alcanzaba. Ví una mujer morena.

Es muy guapa, le dije, devolviéndole la foto.
Guapísima, pero ella está muerta, broder.

Las palabras de Camilo sonaban como las notas
sueltas de una melodía incoherente.

Sin embargo, le dije todo lo que debía decirle.
Nunca hay que guardarse un sentimiento.

A lo lejos se escuchó murmullo que pareció inquietarlo,
me pasó la botella, le dí un buen trago.

La noche parecía irreal, como una escenografía
montada por seres imaginarios.

¿Y que fué lo que le dijiste? le pregunté.
Camilo encendió su porro y el rostro
se le iluminó por un segundo en la penumbra.

Le dije, que si me traicionaba,
la mataría. Me contestó.

miércoles, 15 de enero de 2014

elegía

Intentaste toda la tarde escribir el poema
que te sirva de espejo
un texto que no hable de incendios,
ni de la miseria, tampoco de la muerte,
que no pronuncie la palabra miedo,
ni refiera los motivos del crimen.

Hay un Dios que no sabe perdonar.

Buscaste una anécdota que te sirva para definir
al personaje del poema.

Ese personaje que no es nadie
en particular
pero que tiene fiebre de resaca,

y  teme desaparecer en la superficie
o sobrevivir apenas como un suicida.

La desgracia no es más
que otra de las formas de la fortuna.

Se oyen las sirenas anunciando el final,
demasiado tarde para pensarlo otra vez

alguien llama a tu puerta,
y cada golpe te estremece el pulso
la birome tiembla en tu mano
el papel en blanco transformado ahora
en una elegía inconclusa
es lo único que te queda

El arma cargada espera
sobre la mesa de luz.

Fin.

lunes, 6 de enero de 2014

Elemental silencio


Solo te pido que ya no me hables
de tus viajes por Latinoamérica

ni de rutas delgadas como alambres
que cruzan el horizonte apenas iluminado
por estrellas distantes

no me hables de rumbos inciertos
ni de aquella brújula que te obsequié una vez,
irónicamente

ya no vuelvas a mencionar la palabra "pasaporte"
ni te refieras al universo, tampoco me hables
de tus amigos imaginarios,

ya no me hables de tus fotografías,
ni de itinerarios desconocidos,

no me hables de trabajos temporales,
que podrían servirte para mantenerte
un tiempo más, en cualquier puerto.

por favor, ya no me hables de trenes,
ni de la belleza de los paisajes del sur

ya no me hables de estaciones de micro,
ni de mochilas enormes, ni siquiera pronuncies
que tuviste un sueño

en el que aún permanecíamos descalzos o desnudos
bajo el cielo inmenso de algún verano

ya no me hables de la vaga certidumbre
de nunca más regresar,

porque esa es solo otra manera de confirmar
que somos como animales vagabundos

como perros desnudos que se olfatean
y cojen y después se olvidan
y nunca más se necesitan.

Solo te pido que ya no me hables
y que nunca más regreses.